martes, 4 de enero de 2011

El pasado de Thaias

Este es un regalo navideño de Fall para Tamy :D!!!


Y tambien, de paso, para vosotros *O* Espero que os guste ^^



En Lutham nunca había pasado nada fuera de lo común. A pesar de ser una ciudad considerablemente grande, cosmopolita, todo quedaba eclipsado por la capital que estaba a unos kilómetros apenas. La gran Lothan.

Thaias sabía, o al menos había escuchado alguna vez, que en algún momento de la historia aquellas ciudades habían sido gemelas. La cuna del culto a Loth. Pero en cierto momento de la historia, Lothan había crecido de una manera impresionante.

Precisamente por eso, por el hecho de que en Lutham nunca pasase nada, el niño se extrañaba al ver que ese día la gente corría de forma ajetreada de un lado a otro, en un ambiente por demás tenso.



Pero él era un niño y, como solían decir los adultos, no entendía de aquellas cosas. Así que tampoco se preocupaba, aquel sentimiento no pasaba de una pequeña sensación molesta en el estomago. Algo se anticipaba, pero no sabía concretar qué. Los adultos callaban a su paso, se juntaban en los callejones para murmurar sólo sabía Liz qué.

- Te digo que he ganado, le he dado con la piedra.- Interrumpió Firie los pensamientos de Thaias, que se rió y le empujó un poco.

- Ese gato ha echado a correr, no seas mentiroso.- Le recriminó, alejando de un plumazo aquellas cavilaciones momentáneas.

El otro muchacho, de cabellos oscuros y rostro risueño, negó orgulloso de su supuesta hazaña. No debía de tener más de unos diez años, a lo sumo once. Tenía la cara algo redonda, y las mejillas rojas por la carrera. Sus labios, algo finos, sonreían con picardía.

Pero su compañero no se inmutó por aquella burla, sólo volvió a empujarle y a reírse. Thaias empezaba a acostumbrarse a aquel extraño y extrovertido muchacho. Aun cuando hacía poco que lo había conocido, se habían llevado bien desde la primera vez.

- Sólo te digo que eres tan delgado que no puedes tener tanta fuerza como yo.- Aseguró Firie, hinchando el pecho de forma casi cómica.- Como sea… ¿Te dejaran venir mañana a la plaza? Mi padre me ha regalado algo que quiero enseñarte.

- ¡Claro! – Exclamó en pelirrojo con una amplia sonrisa.- Pero ahora démonos prisa, llego tarde a cenar y mis padres se van a enfadar.

- Corramos, estoy seguro de que también te ganaré en eso.- Propuso Firie y, sin tiempo a recibir respuesta, echó a andar de forma rauda, animando a su amigo a que le siguiera.

Ajenos a todo lo demás, ambos niños corrieron por entre las estrechas callejuelas de las afueras de la ciudad, sin tener idea de la amenaza que se cernía sobre ellos. Sin tener pista alguna de que, en apenas unas horas, sus vidas cambiarían para siempre.

···

Aquel agudo y quejumbroso grito sacó a Thaias de su sueño profundo. Adormecido, se incorporó un poco en la cama y reprimió un bostezo.

Se giró en la cama y se abrazó a la almohada. Malditas pesadillas, se dijo el pequeño. Últimamente le atosigaban por las noches, quizás porque el rostro de su madre se había vuelto algo cetrino y su padre era incapaz de librarse de las ojeras que le acosaban los últimos días. El nerviosismo de los adultos cada vez estaba más latente.

Pero, cuando escuchó un segundo grito, su respiración se entrecortó y su cuerpo se tensó.

- ¿M-mamá? – Preguntó con voz temblorosa.

De pronto todo sucedió muy rápido. Tras un sonoro golpe, el cual pudo deducir que era la puerta de casa, escuchó la potente voz de un desconocido.

- ¡Quítate de en medio, en nombre de Neisak!

- ¡No tenéis derecho a irrumpir d…!

Un golpe seco, un grito. Risas de desconocidos. La voz de su padre se había interrumpido a media frase de una forma extraña, con un ruido casi gutural. Un pequeño gemido y nuevamente pasos.

En la oscuridad de su habitación, el pequeño se encogió. Su cuerpo estaba congelado, no entendía qué pasaba. Pero ahora era consciente de que aquello que hacía picar su nariz era el olor a chamuscado. Algo ardía, la luz rojiza entraba por entre las contraventanas cerradas.

Parecía que fuera hubiera un jaleo enorme y entonces ya no pudo pensar más. Tenía que salir de allí, ayudar a su familia.

Se puso en pie, tropezando con las sábanas que se habían enredado en sus pies descalzos.

- ¡Papá! – Gritó acercándose a la puerta, casi a las carreras.

Pero cuando sus manos se apoyaron en el pomo de basto acero, esta se abrió de forma brusca. Su madre, llorosa, prácticamente histérica, la cerró con fuerza a sus espaldas.

- Cariño, es-escóndete.- Gimió en un susurro con la voz rota, apoyándose en la tosca madera con todo el peso de su cuerpo.

- ¿Q-qué pasa, mamá? ¿Quién está ahí? – Preguntó el menor, aterrorizado.

- Mi amor, m-métete debajo de la cama…¡Hazlo! – Le pidió ella desesperada, cerrando los ojos al notar un fuerte golpe en la puerta. Apretó la mandíbula y se apoyó aún más contra esta, sujetándola con todas sus fuerzas.- No pasa nada… pero cierra los ojos, no salgas. Thaias, no salgas de ahí.- Le pidió, jadeante.

El niño asintió a pesar de querer gritar, querer entender qué pasaba y donde estaba su padre. Ya no lo escuchaba, tan sólo estaban los ruidos, los golpes en la puerta que le martilleaban en las orejas.
Se agachó y se arrastró bajo el catre, en el momento justo en el que su madre volvió a gritar. Habían podido con ella, el empujón la había tirado al suelo. Cayó cuan larga era, llegando a duras penas a apoyar sus manos en el suelo.

- Cogedla, llevarla con el padre.- Dijo un hombre algo tosco, alto. Su cabello rubio brillaba bajo la luz de las antorchas que los otros cuatro hombres portaban.

- ¡Soltadme! – Gritó la mujer, removiéndose de forma desesperada cuando las manos, frías, manchadas en sangre, apretaron sus brazos.

- ¡Calladla! ¡Lleváosla ya, su voz me molesta! – Ordeno el hombre.

Los soldados asintieron y la levantaron del suelo, luchando contra la fuerza salvaje de aquella mujer. La fuerza que sólo una madre desesperada por salvar a su hijo podía poseer.

Pero Thaias, demasiado pequeño y confuso, no entendía lo que pasaba. No quería que se llevaran a su madre, no podía pensar en por qué lo hacían. ¿Quiénes eran esos hombres?

- ¡M-mamá!- Gritó saliendo un poco de debajo de la cama, los ojos empapados en lágrimas. Pero ya se la habían llevado, los dos hombres que la portaban ya habían salido, probablemente sin escucharle.

Pero aquel hombre de voz autoritaria lo había escuchado. Se había girado hacia él y le había hecho una seña a uno de sus compañeros para que esperase.

- ¿Qué tenemos aquí? – Preguntó acercándose a la cama.

- ¡Soltad a mi madre, quiero ir c-con ella! – Gimió el niño, notando que una mano le agarraba de la camisa en contra de su voluntad.- ¡¡Papá!!

Esa misma mano lo arrastró, lo obligó a ponerse en pie. Se posó en su cuello y comenzó a apretar, haciéndole la respiración mucho más costosa.

- ¿Has visto? – Le dijo el hombre a su compañero.- Pobre crío, quiere ir con su madre.

- No es más que un traidor, como todos. Mátalo y vayámonos. Aquí no hay nada de valor.- Murmuró el otro, algo regordete y con una fea cicatriz que partía su labio inferior a la mitad.

- Vamos, Kale, llevamos toda la noche trabajando. ¿No te apetece un descanso? Algo de diversión…

- M-mama… quiero ir con mi madre.- Gimió el menor.

···
Thaias apenas sí podía mantenerse consciente. Le dolía todo el cuerpo, todo. Pero especialmente el rostro.

Notaba la sangre espesa y cálida resbalar por su cuello y su pecho desnudo. Arañado, mordido. Mancillado. Era un muñeco roto.

Perdía la consciencia por momentos, aquellos en los cuales el dolor se volvía demasiado insoportable para su pobre cuerpo maltratado.

No sabía cuanto llevaba allí y tampoco si dormía o estaba despierto. Apenas sí fue consciente de las voces masculinas que se escucharon en la entrada de la pequeña casita.

Tampoco de la voz infantil pero rota que gritaba su nombre de manera desesperada.

La puerta se abrió, pero el no pudo ver cómo Firie entraba en compañía de dos adultos, con el rostro congestionado. Ni si quiera escuchó el grito que dio al encontrarse a su amigo desnudo, encogido junto a la cama.

Sólo fue consciente del tacto de la mano que le acarició la mejilla y, entre llantos, le prometió que todo había terminado.

Y, después de eso, llegó la oscuridad.

2 comentarios:

  1. Oh, no Thaiaaaaaaaaaaaaaaaaaaaas ;O;
    Ya me esperaba algo así, porque hay un capítulo en la historia que dice que la tortura no es agradable, y no se lo desea a nadie... pero bueno, como ha sufrido y sufre ahora, se merece ser feliz ;__;
    ¡¡BUSCÁDLE UN MAROMO, CHICAS!! ¡HOP HOP! xDD

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  2. Vaya...me dejaron con un nudo en la garganta, pobrecito Thaias y pensar que ahora es un gran líder. Si antes lo quería ahora mas...y tambien opino que se merece toda la felicidad posible y alguien que de verdad lo ame y valore la hermosa persona que es...

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